En Yucatán, la tradición artesanal textil actual se limita al bordado y no incluye el tejido, como sucede en otras zonas indígenas de nuestro país.
La absoluta ausencia de textiles tejidos se debe a que las telas tejidas en telares de cintura -que eran fabricadas por las indias y que conformaron los tributos más importantes del área en la época colonial-, dejaron de elaborarse desde hace dos siglos (Irigoyen, 1980). El rezago tecnológico respecto a otras zonas textileras del mundo, es una de las causas más relevantes que explican el fracaso de los tardíos intentos de industrialización realizados durante el siglo XIX (Quintanilla y Castilla, 1980). La producción doméstica de autoconsumo que realizaban las mujeres mayas en los hogares campesinos, parece haber desaparecido por el repudio a la actividad, que se derivó de las inhumanas circunstancias en que se realizó la producción tributaria colonial. A esto debe sumarse el contrabando de telas inglesas, más baratas, que entraban por Belice y cuyo consumo sustituyó al de las confeccionadas por las indias mayas de Yucatán, incluso entre las propias indias (Barrera, 1979).
En cuanto al bordado es la actividad que consiste en decorar textiles o similares con dibujos pintados, usando hilos y agujas, y que hoy en día constituye la artesanía más importante de Yucatán, considerando que es la más ampliamente distribuida, ya que la practican más de 20,000 mujeres peninsulares y más de 10,000 en Yucatán.
Además de su amplia distribución, el bordado tiene una raíz histórica muy profunda, ya que su existencia ha sido comprobada arqueológicamente a través de restos de textiles carbonizados que fueron encontrados en el cenote de Chichén ltzá (García, 1989).
La importancia histórica del bordado no sólo se deriva de su antigüedad, sino del hecho de que, a pesar de las modificaciones que se observan en las técnicas y que representan un evidente enriquecimiento, sobreviven antiguas puntadas que, aunque casi han desaparecido, pueden rescatarse e impulsarse. Tal es el caso del chuy kab o “bordado de mano”, que forma parte de las técnicas registradas en los textiles de Chichén Itzá y que aún se realizan en el área, particularmente en la zona más tradicional de economía milpera, que se localiza en el oriente yucateco y el centro de Quintana Roo. Tal parece ser también el caso del xmanikté, que es un bordado sobre deshilado que no tiene nombre en español y que no aparece registrado en los libros de bordado. Todo esto nos hace pensar que es prehispánico, como el chuy kab.
El punto de cruz -conocido en maya como xok bi chuy y en el español regional como “hilo contado”-, que es la puntada más apreciada en Yucatán y la que identifica actualmente a la región, fue introducida por las españolas (Molina, 1988). Su asociación con las mujeres conquistadoras le imprimió un significado elitista que aún ahora se refleja en el hecho de ser considerada “la crema y nata” de las puntadas de bordado de mano. Su distribución predomina, lógicamente, en el área donde se expandieron las antiguas haciendas maicero-ganaderas que estaban en manos de españoles y criollos.
A las puntadas que hemos mencionado se suman otras que nos dan un registro actual de ocho puntadas de mano. La máquina vino a enriquecer este universo con sus aproximadamente doce técnicas, de modo que el Yucatán de hoy presenta 20 puntadas de bordado, reflejando la mayor diversidad técnica entre todas las artesanías que existen en el estado.
El textil más bordado en Yucatán es el hipil, que es el vestido tradicional. Esta prenda, aunque de origen mesoamericano, fue introducida a la planicie yucateca por los frailes franciscanos, durante la conquista, con el fin de cubrir el torso, antes cómodamente descubierto, de las indias (De la Garza et al., 1983). El nombre es una derivación mayanizada del término nahua huipil Esta prenda fue distintiva de las indias durante la Colonia y casi no se bordaba o se bordaba con el antiguo chuy kab. Las mestizas, que eran consideradas superiores a las indias, vestían el terno, que era un hipil de mejor calidad y bordado de hilo contado. Por su parte, las españolas usaban sus ropas europeas (Hernández, 1977).
Como consecuencia de los cambios que trajo la Independencia y después de la llamada Guerra de Castas -que en la segunda mitad del siglo XIX emprendieron los indios (Reed, 1971) contra los blancos-, la rígida estructura social colonial se dinamizó y los cambios en la misma originaron, entre otras cosas, que el término indio fuese restringido a nombrar a los sublevados y que los indios que se sometieron nuevamente al dominio blanco fueran nombrados, desde entonces, mestizos. Este término, entonces, designa en Yucatán, a quienes llevan el traje tradicional y lo convierte en el único estado en donde los indios no son indios, sino mestizos.
En el Yucatán moderno casi no hay población mestiza, pues la mayoría de las y los jóvenes del campo y la ciudad, se visten como todos los jóvenes del planeta debido a la influencia de los medios de comunicación. Sin embargo, todavía la mayoría de las mujeres saben bordar a mano o a máquina, aunque ya no apliquen el bordado a sus hipiles.
El bordado es considerado como una actividad femenina por excelencia. Sin embargo, no siempre ha sido así. En la Edad Media en Europa hubo bordadores muy conocidos que circulaban por las cortes de su tiempo haciendo grandes trabajos para la nobleza (Brittain, 1980). En Yucatán, con todos los problemas de la crisis agrícola, ha habido pueblos enteros donde los hombres han encontrado en el bordado una actividad digna de llevar ingresos al hogar. Desgraciadamente no existen todavía estudios de género que den cuenta de las implicaciones sociales y simbólicas de dicho fenómeno. Sería un magnífico tema de estudio para quienes están interesados en los aspectos de la masculinidad.
Durante los últimos 30 años, muchas mujeres campesinas mayas yucatecas han encontrado en el bordado una alternativa para responder a la creciente necesidad de ingresos de sus unidades familiares, derivada de la crisis de la economía agrícola. La revisión histórica nos revela que el bordado es una actividad con un gran potencial, porque tiene raíces profundas, porque está fuertemente asociada con la identidad y cultura regional, porque refleja una gran diversidad técnica y porque son muchas las mujeres que lo practican.
Sin embargo, desde el contexto de la producción dirigida al autoconsumo -que es la forma en la que está organizada la producción campesina, incluidas las artesanías y, entre ellas, el bordado- resulta difícil responder a las expectativas de los mercados modernos, sobre todo si no se encuentran los apoyos que se requieren para la transformación tan drástica que exige la actividad a múltiples niveles: técnico, organizativo, social, genérico y cultural.
El capítulo siguiente esboza las características en que se desenvuelve el bordado, así como los problemas diversos que hoy enfrentan las bordadoras mayas de Yucatán, para que se comprenda el marco en el que ha venido operando nuestro proyecto.