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5. La historia del yaj kanul de la Santa Cruz

Escrito por Gaspar Canul

Los abuelos comentaban que desde antes en la iglesia de la Santísima Cruz Tun te ataca el mal aire de la Santa Cruz, porque los antiguos abuelos lo hicieron; que en ese tiempo en Xocén entraban los hombres de los balamo’ob y de los taticho’ob a pelear gente en este pueblo; la gente del pueblo se escapaba y se iba al monte, tenía miedo al enemigo.

Entonces, los antiguos abuelos se juntaron con los jmeno’ob, para tomar acuerdo cómo podían evitar que entraran esos señores malos a Xocén; porque los taticho’ob y los balamo’ob eran hombres muy bravos. Vivían lejos de Xocén, pero venían en un solo camino, pasaban al lado de la iglesia de la Santa Cruz, y entraban al pueblo de vez en cuando.

La gente del pueblo de Xocén se juntaron entonces con los jmeno’ob buenos, que saben cómo está el yaj kanul de una persona, y se fueron todos a la iglesia de la Santa Cruz a pedir al yaj kanul del santo que le den 160 soldados para detener el conflicto de Xocén contra los enemigos. Los jmeno’ob hicieron mucho trabajo pidiendo al yaj kanul de la Santa Cruz de cómo pueden revivir los 160 soldados. Entonces, la Santa Cruz dijo por sueños a uno de los jmeno’ob que sí se puede dar los 160 soldados, pero su yaj kanul de la Santa lo va revivir por milagro.

Uno de los jmeno’ob soñó que estaba hablando con la Santa Cruz, que le decían que ellos tienen que hacer 160 soldados de muñeco, y después tienen que formar sus carabinas de madera y sus cornetas, y luego los entierran al cabo del pueblo; y después el jmen oyó que le dicían por el Santo que tiene que juntar la gente del pueblo. Y los jmeno’ob fueron donde debían enterrar a los soldados, y se pusieron hacer 26 trabajos invocando al yaj kanul de la Santa Cruz para ayudarlos, y poder revivir los 160 soldados que ya habían enterrado en la tierra.

Y los jmeno’ob empezaron a trabajar y hablando al yaj kanul del Santo. Habían llegado a la mitad del trabajo cuando cayó una señal en un pedazo de papel, donde dicía: “Si ustedes trabajan con corazón, el trabajo saldrá bien; pero, si ustedes trabajan con dos pensamientos, el trabajo no saldrá bien; para que ustedes vean si salió bien el trabajo de mi yaj kanul, en tres días los jmeno’ob tienen que escarbar donde enterraron a los soldados. Si los encuentran allí mismo, nada salió bien. Mi yaj kanul tiene que trabajar fuerte, tienen que cuidar mucho al pasar allá.” Y la señal también dijo: “El yaj kanul los va a cuidar mucho, no tienen que correr o guardarse del enemigo, ya no entrarán al pueblo, los soldados les harán frente.”

Y cuando terminaron de hacer los 26 trabajos, los jmeno’ob y la gente se fueron a sus casas; cada quien tenía miedo pensando si los enemigos vuelven a entrar y los matara.

A los tres días, los jmeno’ob fueron al cabo del pueblo para escarbar donde se enterraron los soldados, para ver si no están allá. Hicieron sus oraciones antes de escarbar, pidiendo que haya salido bien el trabajo que habían hecho. Empezaron a escarbar y cuando llegaron a la laja no encontraron a ni un soldado, y quedaron muy contentos. Luego juntaron a la gente y se fueron en la iglesia de la Santísima Cruz Tun, para pedirle y rogarle a la Cruz y a su yaj kanul que mande a los soldados a un kilómetro después del pueblo para hacer frente al enemigo.

Después de eso se quitaron y regresaron a sus casas, pensando. Los jmeno’ob midieron con bejuco hasta dónde llega un kilómetro, y luego vieron que cayó donde está la iglesia; y se pusieron a hacer sus oraciones, y allá enterraron el mal aire para los enemigos, y después lo dejaron.

Y, al poco tiempo, una noche escucharon que en el cabo del pueblo tocaban sus cornetas los soldados y de allá se fueron más al sur del pueblo. Toda la gente se despertó, espantados cuando oyeron los disparos, calculando que se oía como sobre un kilómetro. Y luego se dieron cuenta que el enemigo ya no entró al pueblo.

De vez en cuando se oyen esos ruidos, y los jmeno’ob tomaron el acuerdo de que hay que cerrar los caminos que salen del pueblo, y poner el mal aire en el cabo donde sale cada camino; tenían miedo de que entren otros enemigos. Enterraron el mal aire en medio del camino de martes y viernes. Luego los jmeno’ob juntaron a la gente del pueblo y les dijeron que nadie puede salir del pueblo después que entre la noche; cualquier persona que intente cruzar el cabo del pueblo en la noche será atacada por el mal aire, porque está vivo y además no es hora de andar fuera.

Pues toda la gente lo sabe, no sale de noche, y el pueblo quedó tranquilo, ya no volvió a entrar el enemigo; los soldados del yaj kanul del Santo impedían que entraran al pueblo.

Después de un tiempo, dicen que un señor decidió ir a ver a los soldados que tocaban sus cornetas en el cabo del pueblo. Cierta noche cuando oyó que habían empezado a tocar sus cornetas, dijo: “Voy a verlos, no me pasará nada”, y el señor se fue. Yendo en el camino, oía que estaban tocando la corneta, pero no veía nada; llegó medio kilómetro, empezó a oír disparos, pero nadie encontraba, y empezó a sentir el miedo y hasta se pararon los pelos de su cabeza. Enseguida regresó a su casa, pero no llegó y cayó como muerto. Y cuando lo fueron a buscar, lo encontraron tirado cerca de su casa.

Luego su esposa fue a buscar un jmen, para saber qué fue lo que pasó a su esposo que le causó hasta la muerte; enseguida el jmen sacó la suerte del señor, y le dijo que fue atacado por el mal aire de los 160 soldados del yaj kanul del Santo. El jmen empezó a hacer el k’eex (ceremonia o ritual), para que se le quite el mal aire sobre el señor, y, después que quedó bien, comentó a su familia lo que le había sucedido; dijo que no encontró ni una persona donde fue, y que el ruido que se oye es sólo viento, y comentó que es cierto lo que dicen los jmeno’ob: que si uno sale de noche afuera del pueblo, le ataca el mal aire de las cosas que tienen enterrado en la tierra.

Y la gente del pueblo dejó de sentir miedo al enemigo, saben que hay soldados para defenderles. Los abuelos dicen que los soldados que revivieron son de puro aire, por eso la gente del pueblo no lo ve, pero el enemigo sí, y lo ve en vivo como reales. Después que pasó mucho tiempo, el conflicto terminó, vino un señor tatich a visitar al pueblo de Xocén, y platicó con un abuelo, y le dijo que ellos ya no vuelven a matar personas de ese pueblo, porque ellos que ya vieron que Xocén tiene muchos soldados armados.

Cada vez que piensan entrar al pueblo, antes de llegar, como a un kilómetro, empiezan a oír el toque de corneta, y, cuando se asoman por la curva, encuentran a muchos soldados armados y empiezan a disparar sus carabinas, y los pobres taticho’ob y los balamo’ob enseguida dan media vuelta y regresan corriendo a sus pueblos. Cada tiempo piensan que ya no hay soldados, y regresan, pero antes de llegar son atacados por los soldados y enseguida huyen. Se fastidiaron porque cada vez que intentaban regresar sucede lo mismo, y luego tuvieron miedo y desistieron.

Y la gente de Xocén quedó tranquila, y cuando pasaron los años, los antiguos jmeno’ob murieron todos, se quedaron los hijos, pero ellos no inhabilitaron el mal aire enterrado; tampoco desenterraron los soldados del yaj kanul del Santo. Eso dicen los abuelos. Existe hasta ahora esos ruidos porque de vez en cuando se escucha, y los jmeno’ob que viven en este tiempo no saben cómo quitar los malos aires; ellos dicen que los jmeno’ob antiguos saben muchas cosas, así como el de crear el mal aire, y también lo pueden quitar porque ellos saben las oraciones espirituales para ello. Y cuando murieron paralizaron el mal aire que tienen sembrado a la entrada del pueblo.

Por eso, hasta ahora con un descuido, ataca el mal aire en los caminos, en los cenotes, en la plaza, en las calles, y también el mal aire de la Santa Cruz; mayormente ataca de martes y viernes de noche. Pero los abuelos dicen que la Santa Cruz no posee el mal aire, que es mentira lo que dicen los jmeno’ob, el mal aire es sólo de los 160 soldados del yaj kanul del Santo, revividos hace mucho tiempo; que los soldados siempre existen, pero son de aire nada más.

Por eso uno que está débil o enfermo, y va de noche a la iglesia de la Santa Cruz Tun, es atacado por el mal aire de los soldados, porque están destinados a cuidar allá, ese kilómetro de Xocén hasta donde está la iglesia de la Santa Cruz Tun; allá en Xocén existe el mal aire que tienen enterrado los antiguos jmeno’ob.

Ahora nadie lo puede quitar porque no saben cómo hacerlo. Los jmeno’ob que existen sólo curan a las personas con oraciones espirituales, o por medio del k’eex, que se hace con gallina; pero, si no se preocupa de ir con el jmen, puede hasta morir del mal. Si va al doctor no se cura, nada más da calmantes y no sana, aunque repita no sana; mientras, sólo está botando su dinero al aire, luego sigue sufriendo. Un jmen cura barato.

Lo que hicieron los antiguos jmeno’ob es para que los enemigos se mueran cuando crucen cerca mientras exista. Hasta ahora sigue efectivo, pero sólo es un mal aire. Pero hay personas que no lo creen, como los de la religión evangélica, a los que les dicen “los hermanos”; ellos no creen en los jmeno’ob, dicen que sólo son charlatanes, no les tienen fe.

Entre ellos, muchos sufren enfermedades graves, que ni el doctor los cura; pero se aferran a la fe en sus dioses, no quieren relacionarse con el mal, dicen que no quieren pecar, aunque se están muriendo.

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