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Formas de producción del bordado tradicional y de la ropa “típica”

Los cambios ocurridos en los últimos 30 años, que obligan a vender lo que antes era básicamente para autoconsumo, han creado nuevas y diversas formas de relación en el mercado de las bordadoras y nuevas formas de organización para la producción, de relaciones con el producto, con el dinero, con sus familiares y consigo mismas.

Tipos de bordadoras

Si se analiza el horizonte productivo y comercial de las bordadoras yucatecas, de mano y de máquina, observamos una gran diversidad y complejidad de situaciones en relación con su edad y estado civil; con las múltiples maneras y grados de involucramiento en los mercados; con las diversas formas de organización formal y productiva; con la forma en que se entrelazan sus necesidades de financiamiento con las necesidades del clientelismo político del estado. De acuerdo al punto de vista que se adopte existen diferentes posibilidades.

Según el destino de la producción tenemos dos grandes grupos:

  1. Bordadoras de autoconsumo. Que todavía conforman el universo mayoritario de las bordadoras mayas yucatecas, aunque cada día son menos y no se sabe cuántas son por falta de un censo. Son aquellas que, como en los viejos tiempos, bordan para el consumo de su familia y venden eventualmente para ahorrar.
  2. Bordadoras para el mercado. Que según sus variaciones pueden distinguirse considerando las formas de venta. Con fines operativos denominamos forma de venta a una relación de intercambio de productos que corresponde a un sistema productivo.

En el ámbito yucateco se encuentran dos formas de venta fundamentales que son:

  1. Formas mercantiles tradicionales.
  2. Formas comerciales recientes.

A las formas de intercambio tradicional se les llama mercantiles por su relación con la palabra mercado que evoca un fenómeno muy antiguo en donde se realizaban, de manera dominante, tratos directos entre productores y consumidores. Éstos no excluían la presencia de comerciantes profesionales que, sin embargo, no dominaban el mercado.

El mercado, en este caso, estaba dominado por las necesidades de consumo de los propios productores.

Dichas formas han prevalecido en los sistemas productivos tradicionales campesinos en los que los productores producían lo que consumían y la venta de productos y en particular el dinero tenía una importancia secundaria.

En Yucatán, en la época colonial, la extracción de tributo textil se extendió entre las mujeres, pero no lo consideramos parte de los sistemas mercantiles o comerciales porque las mujeres no recibían retribución alguna.

Todavía, aunque cada vez más reducidas, estas formas mercantiles tradicionales pueden estar presentes en el intercambio de bordados en las comunidades mayas de Yucatán.

Por lo que se refiere a formas de venta se definen tres:

  1. Ventas directas individuales para consumo individual (venta eventual).
  2. Ventas directas individuales para consumo comercial (venta eventual a comerciantes internos o externos).
  3. Venta individual por encargo para consumo individual (venta sistemática a consumidoras comunitarias o externas).

Las primeras dos formas de venta son las más generalizadas del sistema productivo tradicional de autoconsumo, en el sentido de que todas las mujeres que bordan para el autoconsumo familiar las practican alguna vez en su vida. El hecho de estar generalizadas no inhibe su carácter eventual. Estas formas de venta se han realizado prácticamente desde todos los hogares de las mujeres mayas que bordan para el consumo familiar, pero no de forma sistemática, sino ocasionalmente. Cuando por cierta circunstancia requieren ahorrar, una forma de hacerlo es invertir el dinero en la elaboración de una prenda bordada para no gastarlo. Cuando surge la oportunidad o la necesidad se vende la prenda a una consumidora o a un comerciante de la comunidad o de fuera para materializar el ahorro.

La venta individual por encargo para consumo individual de un consumidor comunitario o externo, ha sido la forma profesionalizada de producir y vender bordado en las comunidades tradicionales. Esta forma sufre transformaciones debido a su vínculo estructural con la producción comercial. El liderazgo social, productivo y comercial de las nuevas formas de comercio, originadas por las necesidades crecientes de dinero ante la crisis agrícola permanente, se incuba en el sector que ha practicado esta forma de venta tradicional. Este segmento constituye el eslabón más fuerte de las productoras de bordado con la economía de mercado.

Las bordadoras que venden “por encargo” conforman el grupo denominado bordadoras “de oficio” o x-cha’ chuy, (Rejón, 1995). Es frecuente que las bordadoras de “oficio” sean mujeres solteras, viudas o abandonadas que encuentran en el bordado la fuente de ingreso necesaria en su condición de mujeres “solas” -que no tienen un esposo que las mantenga como corresponde al orden genérico tradicional articulado a la producción agrícola de autoconsumo- y con la ventaja de realizar su actividad desde el hogar. Los encargos se hacen con base en diferentes modalidades que también pueden incluir la maquila (el cliente da las materias primas y sólo paga la mano de obra).

Este sector ha formado parte importante de la sociedad tradicional y por eso Etcharren -con una mirada no exenta de cierto romanticismo- nos dice que ellas realizan los productos más apegados a la tradición, que son conocidas por el tipo y calidad de su trabajo y que producen para clientes conocidos de la propia comunidad.

Aunque esto pudo haber sido cierto hasta hace algunos años, la situación de estas bordadoras de “oficio” está cambiando velozmente, porque las características tradicionales de este sector han favorecido su adaptación a las expectativas de los nuevos mercados.

Estas mujeres, a diferencia de las casadas con hijos pequeños, pueden dedicar al bordado varias horas diarias y producir bajo los parámetros de eficiencia que la economía de mercado exige. Por eso muchas de ellas no sólo producen para los consumidores o comerciantes ocasionales, como era tradicional, sino que ahora también venden para comerciantes y/o maquiladores de la comunidad o externos.

Este sector también es cuna de líderes y de sus filas han salido muchas dirigentes de los grupos de bordadoras que cuentan con el tiempo y la libertad para realizar las múltiples gestiones legales, políticas, organizativas, financieras, administrativas y comerciales que exige un grupo productivo.

Siempre con base en la disponibilidad de tiempo y libertad, este segmento de bordadoras suele derivar al intermediarismo comercial dentro de la comunidad, en otras comunidades e incluso en su grupo de bordado.

Las bordadoras de “oficio” abandonan la sociedad tradicional para cumplir otras funciones impuestas por las condiciones del mercado fuera y dentro de su economía. Al disminuir la capacidad de autoconsumo de las unidades campesinas mayas yucatecas y al aumentar la necesidad de dinero, la cantidad de mujeres dedicadas al bordado, al liderazgo, a la organización de la producción y al comercio aumenta con el flujo de mujeres casadas con hijos crecidos, con carácter fuerte y maridos débiles o tolerantes, y con mujeres casadas con hijos pequeños y fuertes necesidades monetarias.

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