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Jinetes del cielo maya

Dioses y diosas de la lluvia

Jinetes del cielo maya, dioses y diosas de la lluvia

Relato de Alfonso Dzib

Había un hombre que siempre andaba por el monte buscando animales qué cazar. Sucedió que un día cargó con su escopeta y fue en busca de venado. Era el mes de marzo. Luego de andar, llegó a un lugar que estaba trillado y enseguida pensó que tenía que conseguirlo, por eso comenzó a seguir la pista.

Pero no había avanzado mucho cuando llegó a las orillas de una milpa. Se dio cuenta que tenía matas de maíz que se veían muy bonitas, aún estaban pegando las mazorcas. No pudo seguir a los venados y abandonó la persecución.

Bordeando la milpa se encontró con un plantío de sandías y otras clases de sembrados que estaban en producción. Él sabía que no era época, por eso se dijo: ¡Dios mío¡, ¿qué estará sucediendó?, ahora no es época de sandía, tampoco de que produzca algún otro sembrado. Se preguntó, entonces, ¿a dónde habré llegado? Después de un momento regresó a su casa.  Ya en su hogar le contó a su esposa lo que había visto. Ella estaba embarazada y por eso dijo a su marido:

—Así que viste dónde están. Anda y trae un poco para mí.

Él no quiso ir, pero al día siguiente, que volvió a salir a cazar, llegó directamente otra vez a aquella milpa.

Empezó a admirar los frutos de la sandía, pero esta vez se topó con el dueño y se olvidó de los venados. Pasó de largo a la milpa y se regresó.  Al darse cuenta de la presencia del dueño en la milpa, pensó: ahora no puedo llevarme algo, será otro día, o más tarde vuelvo para ver si ya no se encuentra y pueda agarrar lo que quiero.

Por la tarde, cuando no había nadie ahí, fue a robar una sandía. Regresó otro día y vio nuevamente al dueño. Éste le habló:

—¡Qué te pasa! ¿Por qué estas robando la sandía?

Él contestó:

—Es cierto, yo la llevé, pero no es por ladrón, es que se lo conté a mi esposa y como está embarazada, pidió que le llevara alguna para comer.  —Está bien, si es por eso, no hay problema. También si has tomado algunas mazorcas, te doy permiso para cosecharlas. Pero te digo de una vez para que sepas, que cuando nazca el niño será mi ahijado.

Claro, como el dueño es el Cháak (dios de la lluvia), él riega y por eso pudo cosechar toda la siembra que le dio de regalo. Le recomendó:

—Aliméntalos con esto, pero cuando nazca el niño, a los siete días o siete meses me lo traes para que lo lleve a bautizar.

Y así lo hizo.

Sólo que cuando el momento llegó, fue a preguntarle qué día era bueno para que lo llevara a bautizar. El padrino contestó:

—Tráigamelo dentro de tres días, pues tenemos que avisar también al padre (sacerdote). Claro, él no conocía a esas personas y no sabía que el cura era un Cháak.

Todo este acontecimiento sucedió después de las siete semanas de nacido el niño. Éste fue bautizado por un hombre viejo, el mayor de los chaakes, y le pusieron por nombre Juan.     El padrino le dijo al compadre:

—Pues bien, aquí tienes a mi ahijado Juanito, pero a los siete años vendré por él, o más bien. Me lo traerás, para que me ayude en el trabajo.  El niño siguió con sus padres, pero cuando llegó el momento de entregárselo al padrino, se lo llevaron, ni un día más ni un día menos, y se quedó con él.

Éste le dijo:

—Juan, ahora debes saber que llegó la hora que te quedes conmigo para que cuides mis cosas, porque yo salgo a trabajar.

El padrino diariamente iba a regar. Preparó su caballo y después le dijo a Juan:

—Por hoy quédate para darle de comer a los animales. Cuando les lleves el maíz, a las once horas en punto, no vayas a abrir la puerta. Se lo echas por encima del gallinero. Tampoco juegues con mis cosas de la casa. Por eso te doy mi libro, para que lo conozcas.

A las once del día se acordó de los animales y se dijo:

—Les voy a dar de comer a éstos. Enseguida tomó el maíz, fue al gallinero

y lo echó por encima. Los pavos se acercaron a comer. Luego fue a buscar agua e hizo lo mismo con ella, pero ésta la echó en la pila.

Al llegar el padrino, le dijo a Juan:

—¿Cómo has estado Juan?

—Bien. Ya atendí a los animales —contestó.

—Si has hecho tal como te lo dije, está muy bien. Mañana harás lo mismo, igual.

Al otro día, como a las diez, cuando se estaba yendo otra vez, el padrino le habló a Juan así:

—Oye Juan, esta llave que te estoy entregando es para que estés pendiente de todos mis animales. No juegues con nada. Para eso, aquí tienes otra vez mi libro, me voy. Terminadas las instrucciones, se fue a su trabajo, como siempre.

—A las trece horas que yo llegue —le dijo—, te limpiaré la caña para que comas, no lo vayas a hacer tú, puedes cortarte las manos. No sea que cuando yo regrese te encuentre herido. ¡Quédate!, yo ya me voy. Fue por su caballo, lo bañó, éste se sacudió y ¡zaz! se fue a regar.

Al regresar, se encontró a Juan con el dedo vendado y le preguntó:

—¿Qué te sucedió ahijado? Te advertí que no tocaras la caña, estoy seguro que eso hiciste y te cortaste el dedo. Mas no fue así. Cuando Juan se levantó, agarró la llave, la metió en la cerradura de una de las puertas, la abrió y entró al cuarto. Luego se dio cuenta de que en una canoa había algo con un brillo amarillo. Le llamó mucho la atención, se acercó y tanteó con el dedo, se dio cuenta de que era oro. Pero el dedo se le manchó y por eso lo cubrió con la venda.

Apenas se había pintado el dedo, cuando su padrino llegó y lo regañó.  Juan había intentado limpiarlo con su camisa, por eso también la tenía manchada. Como su padrino se dio cuenta, le dijo:

—Juan, ¿fuiste a jugar con el oro?

Él contestó:

—Yo no, ¿por qué?

—Si no lo hiciste, ¿cómo es que tienes la ropa embarrada de oro?  Le recriminó. Claro, a leguas se notaba la mancha de la camisa. Molesto su padrino le ordenó:

—Acércate aquí, rápidamente, idiota, para que te limpie.

El señor tomó su saliva y la pasó por el dedo. Así le quito el oro. Hizo lo mismo con la camisa. Después lo juntó y lo llevó a donde lo tenía guardado.

Luego llamó a su ahijado a comer.

Al terminar le dijo:

—Tengo que ir a trabajar otra vez, sólo que ahora tienes que atender hasta a mis caballos.

—Por mí no hay ningún problema —contestó.

Su padrino salió y se fue. Al quedarse solo, Juan pensó:

—Así que no está, no se dará cuenta, voy a traer los caballos para ver qué tal se ven. Al llegar a los corrales, vio que estaban encerrados en sus cuartos.

Uno era de color negro, otro rojo y otro más que estaba muy flaco.  —Éstos que están gordos me pueden tumbar, pero este flaco no. Lo sacaré. Después de alimentarlos, lo sacó, pero se dio cuenta que se tambaleaba y expresó:

—¡Ay caray¡, éste sí me puede llevar y no me botará, pues no tiene mucha fuerza.

Otro día que lo dejaron para atender a los animales, se le recomendó:  —Cuida a los animales, sabes que a las once del día les debes dar de comer.

A Juan le gustaba cuidar a los animales y no descansaba. Al llegar la hora, fue y abrió la puerta del gallinero para esparcir el maíz. Pero los pavos en vez de tragar el maíz, se abalanzaron sobre Juan, lo picotearon por atrás, por los lados, enfrente. Al sentir el ataque quiso correr, pero lo persiguieron, y donde se caía, allí se amontonaban las aves a seguir tragando su carne hasta que lo mataron y acabaron comiéndoselo.

Cuando regresó su padrino, ¡maldición!, todas las aves andaban sueltas y Juan no estaba. El padrino gritó:

—Juan, ¿dónde estás? —pero él no contestaba.

Lo buscó por todas partes. Pero cómo lo iba a encontrar, si a éste ya se lo habían comido los guajolotes.  El señor se dio cuenta y comentó:

—Juan, te advertí que no soltaras a mis animales, ahora ¿dónde te encuentras?

Enseguida, el pobre hombre pescó a cada uno de los pavos, les rasgó el buche y les extrajo la carne de Juan que habían comido y la depositó en una vasija. Luego les costuró las heridas y los soltó. Éstos no murieron.

Después fue por los huesos de Juan, a donde estaba tendido sin carne,

y los colocó en un lugar limpio. Tomó la carne y la tendió encima, se puso enfrente, agarró su libro, le hizo unas oraciones y lo bendijo. Apenas terminó, Juan se puso de pie.

Habló entonces el viejo:

—¿Cómo te sucedió eso Juan?

—Padrino —contestó—, se me ocurrió soltar a tus pavos y se atrevieron a despedazarme a picotazos. Vi cómo me iban comiendo hasta que me mataron.

Vino entonces la sentencia:

—¡Óyeme tonto!, ya te había dicho que no lo hicieras, pero para que no se te olvide, ahora mismo te voy a dar tu merecido —y enseguida le dio cuatro tundas con un bejuco.  Luego, su padrino le dijo:

—Juan, ahora ya hice todo esto por ti. No hagas nada otra vez que no haya permitido, mañana te quedarás otra vez.

Al día siguiente, antes de partir, le ordenó a Juan:

—Atenderás a los animales como siempre, pero no se te ocurra soltarlos, porque si el caballo saliese, te comería, si lo montas podría tumbarte, en fin, puedes morir. Para que no te fastidies, aquí tienes mi libro, léelo. Juan tomó el libro y comenzó a hablotear, pues no lo podía leer, era un analfabeto.

Después pensó:

—Mejor voy a enjalmar el caballo flaco y lo monto para sentir cómo corre.

Puso manos a la obra y luego lo montó. Azuzó al animal y salió disparado. En un santiamén llegó a setecientas mil leguas. A la salida, sus patas tocaban el suelo y poco a poco fue elevándose. Cuando llegó a medio kilómetro de distancia, ya cruzaba encima de los árboles. Pero subió todavía más y alcanzó hasta dos kilómetros sobre la tierra. En ese momento ya volaba por los aires, donde pasaba arrasaba con las ramas y hojas de los árboles. Poco después llegó a donde había una arboleda muy alta, pero para desgracia de Juan, su cabeza chocó con una rama y ahí mismo quedó. El caballo no hizo caso de nada, él siguió hacia donde estaba su dueño. De repente, el señor escuchó que se acercaba un viento fuerte con aguacero. Enseguida reconoció que era el caballo flaco. Espoleó su montura, fue a alcanzarlo y efectivamente era lo que había pensado.

Entonces exclamó:

—¡Qué Juan!, seguro que él soltó a este caballo.

Pescó al animal que causaba la tempestad y lo llevó a su corral.  En la época en que acaeció este percance los elotes estaban espigando, y por donde pasó el vendaval fueron zarandeados y los árboles arrasados.

Al llegar el padrino a su casa, molesto se expresó:

—¡Ay, ¿dónde estará este Juan?!

Y le gritó:

—¡Juan, ¿dónde estás?!

Empezó a buscarlo, pero no lo encontraba y pensó: —seguro estaba montando al caballo y creo que donde puso velocidad, allí se quedó. Enseguida montó su caballo y fue a buscarlo siguiendo el rastro. Al llegar donde estaban los árboles más altos, se encontraba Juan con la cabeza hacia abajo. Le habló:

—¿Cómo te encuentras Juan?

Nadie le contestó pues estaba hablando solo, porque Juan estaba bien muerto otra vez.

Siguió hablando el viejo:

—Juan, ¿qué te ha pasado? Ahora te voy a enseñar a comportarte, ahijado. Se puso de pie, hizo la oración sobre el cadáver. En cuanto terminó, Juan se sentó, habló y dijo:

—Padrino, ¿a qué hora llegaste?

—Yo te pregunto, ¿qué es lo que haces aquí?

—¡Ay padrino!, monté uno de tus caballos y sentí que iba muy bonito. Sólo que pasó entre las ramas de los árboles y no supe qué pasó después, pero lo más seguro es que me golpeé la cabeza en las ramas y fue cuando me quedé aquí.

—Está bien, está bien, pero vente aquí, bruto, para que yo te eduque —le ordenó y ¡zaz! ¡zaz!, le dio unos cintarazos.

Después Juan se paró rascándose la cabeza y le dijo a su padrino:

—Está bien, vamos.

Subió sobre su caballo y regresaron.

Ya en el camino, el señor habló y le dijo:

—Ahijado, tú no tienes remedio, ya es mucho lo que has hecho. ¿Qué más me harás? Cada día que yo te deje, buscarás algo diferente para hacer. Creo que lo mejor es que vayas a regar. Así que mañana vas en mi lugar, creo que tú quieres trabajar y así lo harás.

Al día siguiente, a las once horas, el Cháak le dijo:

— Pues bien, ya debes partir. Vas a llevar el caballo que yo llevo, es el blanco y no tienes por qué preocuparte para manejarlo. Cuando sientas que arranque, no le vayas a jalar los frenos, pues él sabe a donde dirigirse.

—Muy bien padrino, contestó.

Rápidamente bañó al caballo, le puso sus jaeces y lo montó. Se sentó bien, luego le metió las espuelas y salió disparado. Fue directamente al pozo donde sacan agua y enseguida cayeron dos agujas al pozo. Mientras Juan estaba sentado sobre el caballo, éste se sacudió y enseguida se presentó el agua en la boca del pozo. Este fenómeno es como ver mucho humo, pero con vientos fuertes. Y ¡jala!, el animal bailaba junto a la boca del pozo, y de pronto, ¡zaz!, se fueron. Conforme avanzaba el caballo se sacudía cada kilómetro y el ruido del trueno llegaba hasta sobre diez leguas. Se elevó el animal y volteó el agua y de esa manera cayó la lluvia.

Después de mojar el área donde debía llover, regresaron por el mismo camino, directo a su casa. En sólo dos horas y media que fueron a regar, hicieron llover en aproximadamente trescientos treinta kilómetros. Al llegar le habló al señor:

—Pues bien padrino, aquí me tienes.

—Está bien Juan, pero ¿hiciste lo que te dije?

—Claro que sí —contestó.

—Mira Juan, si puedes hacer ese trabajo sin problema, tu lo harás diariamente y yo me quedaré a atender a los animales, yo no me cortaría el dedo ni me comerían, en fin no me pasaría nada malo, mientras que a tí te han pasado muchas cosas. Por eso te digo que tú te quedarás en mi lugar para hacer el trabajo que yo hacía.

Fue así como el hijo del cazador llegó a ser un Cháak y ahora él es el que riega.

U aijado Chaak

Narración de Alfonso Dzib

El niño que se volvió un CháakJuntu maak ku bin k’aax u kaxte ba’alcheob u kinso’ob. Lelo ku machku ts’oono’ kaj bin k’aax u kaxte kéej u kiinso’. Chen ba’ale u bin tyoorai k’iini tu mesi ti’a marzo. Ka’ ku manu kaxte keejo, kyike’ k’uch tej k’aax jach t’uublo’, kyike jach bey yóole’ ju’ chukpachke’, ka’ ku bin tu paach; ka’ wike’ ma’ saam jo’oku bine’ bey tu paache keejo’ kaj k’uch tu jaal junp’e kool, tumben e koolo, kyike’ yan u mejen nali, ki’ichkelme Santo nalo’, pos le Santo nalo’ tun laj jéekanki beyo’, je’elo ma’ tu yile kéejo’, ka’ tun luk’i’. Kyike te’ jáale koolo’obo’ yaan tun pak’abi sandiai; pak’alo’ob, je’enba’ax klase pak’alile’ laj yanu yich.

Entonces letun ti’e ka’ tyilaj beyo’, pos yoole’ mina’an, ma’u tiempoi lu yantali’i, ka’ tu chen tuklaje:

—!In Jajal Dios!

Ba’ax uchten beya’, posi bejla’e ma’ yorai u yantale sandiaa, ma’ u yorai u yanta wa ba’axi.

Tu’ux tun k’uchen beya’:

—Ka’ tu chen tuklaj. Kaj luk’e kaj taa tu naaji.

Entonces ka wike ka’aj k’uch tu naajile’ kaj binu tsikbat tu pamilia,u esposao ma’ wa t’a’aji’.

Entonces ka’ tun yanchaj tun u tuklike’ ka’ tya’alaj ti’e:

—Pos ma tun wa ta wilaj tu’ux yane’, xeen a ch’a’ in jaanti’. Kaj bin tu laa’ diae’, ka’ tu cha’aj u ts’oone’ kaj ka’ bin paache kéejo’obo’, tyilaj tu’ux yan, ku k’uchu tun tu’ux yane kool ka’ateno.

Ti’ ku chen manee’, naapulak yilik tu ka’atene sandiao, naapulak yilik tunu yuumi, le kéejo’ ma’ tu ka’ ts’onaj ka’ateni. Kaj mane’e’, ¡Jala! kaaj bini.

Je’elo ku yilik ti’un yuumile’e ka’ tya’ale’:

—Pos mixtun beytin ch’ik tu laa’ dia wale, mas tardee’ ji’in sutlin wila’ wa ts’u luk’le máaka’ ki’in ch’a’e.

Je’elo ka’ tun taale máako’ ka’ tyoklaj le sandia yáax junp’elo’. Je’elo tu la’a k’iin tune’ kaj taale’ naapulak yilik u yuumi ka’aten, kaj a’ala’a ti’e:

—Ba’en ta ch’a’in paak’alo’.

—Pos tin bisaj, tumen tene’ mix talteni’, pos tumen yo’osak in esposaa, tin tsikbataj ti’e, tya’alaj tune’ kin ch’a’e.

—Pos ja’alibe’.

Ka woytke wa tumen ta ch’a’aj, wa tumen take nal ts’a lakka bisa’, pos ji’in ts’ik techu derechoi wa yo’osak ti lelo’. Tumen beorae wa jaaj a t’aane’, le chan pal ken ch’ijko in aijado, kitun u ya’ala’a.

—Pos lelo’ komo tun leti’e u ti’ilale’ cháake koolo’ ku jóoya’atik, pos entonces ka’ tun yanchaj tunu ch’a’ik tun tu láakle pak’alo’, kaj sii’ti’. Kaj a’ala’ab tun ti’e:

—Seguirta tséentko’ob.

—Le ken yanak le chan paalo’, siete dias ti’e, wa siete meses ti’e, ka taasik tune’ ka’ in bis bautisarbi.

Je’elo ka’tun tu bisaj bautisarbi le chan paalo,, ku chujku oraile’ kaj bin ya’ati’e, in taalin wa’ateche’ le chan paalo.

—¿Ba’ax k’iin ju beytal in taaska bautisarte, ka’ bis bautismo?

Kaj a’ala’a ti’e:

—Taas tres dias, ichile tres diaso’, ka taasik tun tene’ ka’ xi’iko’on bis bautismo, kbin wa’a  xan te’ padreo. Kya’ala’a tune nojoch máako’, kyike’ pos junp’e nojoch máak mu’ k’ajooli ts’oke’ Yum Cháak.

Je’elo letun ti’e le kaj ch’iije chan paalo’ siete semanas ka’ tu bisaj tun ti’e. Kaj binu biso’ob bautisarbi, yikna bine nojoch máak u nuuktakile cháako’obo’ tiij bisa’ab bautisarbili’, kaj ts’o’oku bautisarta’a tune’, ka’ tun jluk’e kaj taale’.

Ka’ tya’alaj tun ti’e:

—U k’abae chan paalo’ chan Juan.

—Je’elo’ in aijado chan Juan, je’elo siete aniose’ kin taalin ch’ae chan Juano’ ka taasik ten waye’, way ti’alal u meyajtene’.

Je’elo ka wilik tune’ kaj kausarnaj tune u seguirnaj tune maan yete leeti’, je’elo tu bisaj tun ora tune’, ts’u’ chukik ora u beytalu p’atle Juan yiknalu padrino ka’ tu bisaj’, ka’ tun p’iit tunu diai u k’uske chan Juano’, kaj a’ala’a ti’e. Kaj p’at yikna lu padrino. Kya’ala’a tun ti’e:

—Juan beorae’, ka wojetke’ ts’o’ok u chujku tiempoil in ch’ikech tin wikna u ti’ila kananten wa ba’axo’ob tumen tene’ kin bin tin meyaj.

Leti’e sáansama tun bin jooya’e nojoch maako’. Ka’ tu liistokinta u tsiimin, ka’ tya’alaj ti’e:

—Juan Bejlae’ p’aaten a tsente aalak’o’obo’. Ba’axe aijado las onsee’,

le xi’imo’ kena ch’a’e ka ts’ik ten ti’e aalak’o’obo’ bik taa’keche’ a je’eten u jolo’ob, chen yok’u so’oy a ts’iko’obo, mientras chen ma’ máan báaxa wa ba’axo’ob ichin naajile’, kin ts’iktech in libro a wila’, ka’ tu ts’au libro tu’ aijado.

Ka’ tu chuke las onse k’iino, kaj k’a’aj ti’ Juane ka’ tya’alaj:

—Pa’ in bin in tséente ba’alche’obo’, ka’ tu lo’ope xi’imo’, Kaj bine’, na’ak yóok’e so’oyo’ u tiita yóok’e so’oyo’, kaj laj níik u jaante ulmo’obo, pos je’elo ka’ tu lu’uche ja’o ka’ tu bisu ts’aa te’ yóok’e so’oyo, laj bin te’ tu pilae aalak’o’ob u yuk’o’obo’.

Je’elo ku súutlu padrino tun Juane’, kaj a’ala’a ti’e:

—¿Bixi Juan?

—Sáam in tséento’ob.

—Ejen, je’elo wa tumen sáama tséento’obe aijado, uts beyo’, sáamale’ bey ken a ka’ meeto’.

Je’elo kaj ka’ sáaschaje’, ka’ tu ka’ ts’aaj las diese’ sáam ka’ xi’ik u padrino Juan, ka’ tya’alaj ti’e:

—Ja’alibe Juan—, le yaabe kin ts’iktech tuna’, ti’ila kanantik ten tu láakle ba’alche’o ka’ateno’, u ti’ilal a tanootko’ob. Bik taa’kech a baxte wa ba’ax. Mientrase’ je’elin libro tu ka’atena wila’. Pa’atin ka’ bin. Kaj ka’ binu padrino meyaj.

Mientrase’ le ken taalaken launae’ le kaniao kin poolke’ a jante, bik xi’ikech a mache aijado ka’ xot a k’ab. Tumen ka’aka’ate’ wa loobitmaba ken u’uken. Pa’at kin bin; kaj bini, ka’ ch’a’u tsíimine ka’ tu yisinte ka’ tu ka’ tiitubae ¡Jala! bin tu meeta jooya’.

Entonces kaj ka’ suunaj tunu padrino,Juan tune, ka’ tun kyike’ u chen dedoe u chen to’omaj, kya’ake:

—Ba’ax uch tech aijado. Tin wa’alaj teche’ ma’ mana báaxte kaniao, lete’ ta báaxta ka’ ta xot’a dedo.

—Ts’oke lej Juano’ kaj líik’e ka’ tu julaje yaabe te’ tup’e kuarto le joole naajo’, ka’ tu wach’e puertao’ kaj ooke’, Ka’ tyilaje’, yan ba’a ts’a’an tej kanoa; ka’ tyile jach k’anyale’en, kaj sen gustartanajti’e chen ts’óopk’a’ata, ka wike u kanoai oro. Tan p’aatak tu dedo tuun, letun tu pi’ilk’axma tuno’.

Kaj u’ulu padrino ka’ ku k’eya’a ma’ak ts’u ts’opk’a’atke ka’ tyilaj tun bonlu dedoo ka’ tu jan cho’a, ka’ ku luk’u tu nook’, ka wike’ taku nook u chen pintarma yete oroo, ka tun taal u padrino kaj a’ala’a ti’.

—Pos teche Juan, Ba’en binech a baxte oroo’ —Pos tene’ mix ba’a.

Pos wa ma’e bix a bonmil a nook’o’, kya’ala’a, pos letu’ nook’o’, leti’ tak jo’onaji.

Ka’ tun a’ala’a ti’e:

—Pos penen pendejo ko’oten waye’ ki’in wutskintech—, kaj taale nojoch maako’ ka’ tu machaje, ka’ tu leets’u tuube ka’ tu bilaj tej dedoo, le ka tu jots’aj tej dedoe kaj ts’o’oke bilaj te’ tu nook’o’, u jaxk’a’ate ka’ laj luk’e oro ka’ tu bisaj ichu nu’uku tu ka’ateno’.

Je’elo’ mientras tune’, ko’oten jaana tuun.

Ts’u jaanlo’, ts’u tséentkubaob tu ka’aten, ts’u jaana yetu aijado, ka’ tya’alaj ti’e:

—Yanin ka’ bin meyaj.

—Ba’axe ja’ ts’ikten u yo’oche tsíimno’obo’.

—Ejem.

Kaj bin tu ka’aten. Je’elo’ kya’alik tun Juane’.

—Ombe bey ts’u bin in padrinoa’, mixtun yiken. Pa’in bin in wach’e tsíimnin wila’ bixo’. Kyike tu’ux k’ala’an tu kuarto, tu koralo’, kyike’ juntúule’e box, juntúule’e chak tsíimin, juntúule’e jach ts’oya’an. Ka’ tun tya’ale.

—Ombe le polka’ ju pulkene’, lete’ ts’oya’an kenin jo’osa’, ka’ tun jo’ok u tséentik, ka’ tu jo’osa, kyike jach tun yuch’k’alanki le óotsi tsíimno’.

—Ay puta.

Lela’ ju’ biskene, mixtun lu’usken, in woole’ mix ya’abu muuk’i’, ki bin Juan.

Je’elo’ kaj péenaj tun.

Letun tij Juane kaj a’ala’a ti’e:

P’aaten tu ka’aten.

—Ma’alo’.

Je’elen a táan óote ba’alo’obo’, ku chukik las onse k’iine ka tséentke aalak’o’obo.

—Ejen.

Mientras le Juan leti’o mixtun je’ele ts’u yutsta tu yiche ba’alo’obo’.

K’a tun líik’ tune’ ka’ tun binu je’ u jool le so’oy te’ aalak’o’obo’, le ka’ tu nike xi’im te’ joole so’oy te’ aalak’o’obo’, ka’ tu wach’e jool so’oy tej tso’obo’. Leti’e tun lu’uk’lu paach ku bin, ken lu’usa’ak tej lu’umo ku káaka’a jaanta’a menej tso’obe Juano’. Ka’ tya’alu taalu padrinoe.

—¡Ay Dios!

—Laj jáalk’abe aalak’o’obe’, mina’an Juan ichnaj.

Kaj a’ala’ab ti’e:

—Juan tu’ux yaanech.

—Mixtun t’aan Juan.

Kaj jóok’e nojoch máako u máan u kaxte tu’ux, pero Juane’ sam janta’ak mene aalak’o’obo’.

—Pos beya Juan ma’ tin wa’ajteche ma’ mana  cha’aten in waalako’obo’, beoraa tu’ux yaanech tuun.

Kaj péenaj tune’ ka’ tu machaj tune nojoch máako, u chuke tso’obo’, ka’aku laj jaajan k’up tu chíimej tso’obo’, laj jo’osa’ab u jaana Juano’obo’ u bak’el Juan tu chiime ulmo’obo’, u ts’ukkinta ti’ lup’e ba’a. Kaj laj chu’uye ulmo’obo u cha’ab tun ka’atene’, ka’ ku ka’ máane ulmo’obo’ maj kíimo’obi. Je’elo ka’ tun binu ch’a’ u baakel Juano’ tu’ux tuts’a’an laj lu’uk’a’an u bak’elo’ ka’ tu ka’ taasaj tunu ka’ tuts’kinta te’ tu’ux uts tuno’. Ka’ tun tu ch’a’aj tun u bak’elo’ u nikaj yóok’olo kaj wa’alaj u bendesirte yete libroo’, orar t’antaj beyo’ le kaj p’iiche orasion ku meetke nojoch máak yok’e Juano’. Le ku kulch’intkuba Juan.

Kaj a’ala’a tie:

—¿Ba’ax úuchtech?

—Padrino, chen binen in wach’a wulmo’obo’, ka’ tu kaku luk’eno’obe’, tin wu’uyik tun luk’keno’obe’ ma’ak ka’ tu kíinseno’ob.

—Pos teeche’ chan pendejo’.

Pos ma ts’i’in wa’aktechi’, bejlae’ yaan a máat ku jaats’i in wutskintkech.

U káaka jats’bi tun Juan, ts’u’ ju’upu kanpul jaats’ tun ti’e kaj a’ala’a ti’e:

—Ja’alibe Juan beorae pos ts’iin wustkintkech, bik taa’kech a ka’ maana baxte.

Sáamale’ yaana ka’ p’áata.

—Ejem.

Kaj ka’ bini. Ku sáastal tu ka’aten’ tu jo’oloje’ ku ka’ bine nojoch máake’, ka’ tya’alaj ti’e:

—Pos le tsíimno’ seguirta tseentik; le aalak’o’obo’, pero ma’ bina jo’oso’ob, bik xi’ikech a cha’ob, wa ka’ cha’obe le tsíimno’ ju’ jaantkeche, le tsíimno’ je’ u pulkeche’ wa ju’ kíinskech tu ka’aten.

—Ma’alo.

Mientras u chujku oraile’ chan xokin libroa.

Ka’ ku chen táantán jo’o’ Juan yete libroo’, mix tun kan ku xoke, chen tun cha’antik.

Je’elo ku súutu tu ka’aten u padrino, mientras tunu bine’, kyaik bine’:  —Ma tune tsíimna ki’in chen enjalmarte ts’oya’an in bis beora in wu’uy bixu bina’.

—Ma’alo.

—Leti’e ka’ tun na’ak yok’e tsíimin tuno’ ka’ tu laj taskun u táaspache tsíimno’, ka’ tu nat’aj, ka’ tu ts’anche’etaj tun u lansador e tsíimno’ lete’ yo’ setesientos mil leguasi náak yáalkab.

Le ka’ tu janche’eta, ka’apul u janche’etik kaj jóok’ u síit’e tsíimno’. Kaj kaaju bin ka’ache ximbali, la’ kaj ch’úuyk’aje junsáap yo’ lu’um, ka’ tya’alaj medio kilometro jo’oku bine’ ts’u máan punta che’, la’ ka’ tyilaje’, ts’u bin dos kilometros ka’ana. Yo’ iik’ tun ku bin, ¡Ko’oxon!, ¡jalaj! ku ch’otke cheob ku bino’.

Maaj náachchaj u binu ch’otke che’o’ ka’ tu táanpa’atu jo’o bin Juan tu k’abe nukuch che’obo’. ¡Ko’oxon! tiij luub tun Juan kimen. Le tsíimin tuno’ kaj líik’ u siit’ chen minu’un kuentai tun bin tu paache nojoch máak tu’ux bija’an jooyao’.

Naapulak tunu binu yu’ube nojoch máak tu’ux ku máanu meyajo’, tun taal u ch’otoch’otkube iik’i ja’o. Ka’ tya’ale’, lela’ leti’in ts’oya’an tsíimne. Tanilu láanche’etku tsíimne nojoch máak u sak tsíimnu bisma leti’ tu’ux ku máan yooya’o letun ti’ kaj binu k’asjo’ote tune tsíimin ku bino’, ka tyile’ letu’ ts’oya’an tsíimno’, ka’ tya’ale.

—Lete’ Juan samu cha’in tsíimin.

Ka’ tu chukuj ts’oya’an tsíimnile siklono’ ka’ tun tu ka’ sutaj.

Ka’ tyalaj lelo’ le Santo nalo’ob pak’a’antak tumen lej kolnalo’ob jach tun kajlu laj cha’aku yi’ij, je’elo le tsíimin tuno’ sáamu laj xak’axak’le santo nalo’, le che’obo’ laj u pats’tanma tu’ux bini.

Entonces ka’ tun suunaje nojoch máako, ka tya’alaje:

—Juan tu’ux ts’o’okech, ka’ap’u máanu kaxte.

Le nojoch máako’ ts’u’ k’uske tsíimno’. Le Juano’ tu’un ts’o’oki. Siempre debe ser u nat’me tsíimin kaj jóok’a’ pos tu’ux bine’, tu’ux kaju bine tsíimin utsa’, teej p’ate Juana’.

Ka’ tu nat’u tsíimne kaj binu kaxte, ku k’uchu tu’ux yaane nukuch che’ob, teej ka’ana k’aaxo’, montania ka’ana k’áaxo’, kyike’ te’ yáame cheob, tu’ux pakantanta’ab k’abe cheo’ te’ sot’k’aja’an Juan chinchinjo’oli.

—Bi’xa beel Juan.

—¡Ay! Chen tun t’ant’an jo’o, le nojoch máako’ tu juun, tuts’ kimen Juan tu ka’aten—.

—Pos teche Juan —Ba’ax uchu tech beya.

—Beora kenin kaansech xiibila’ aijado.

Ka’ tu machaj ti’e, wa’alaje’, tu beeta orasión yok’e Juanó ka’ tu kulch’intuba Juan.

—¿Padrino ba’ax ora kaj taalech.

—Pos teche’ Juan ba’ax a kaxan waye’.

—Pos ma leta’ tsíimin tin nat’e padin ka’atin wu’uye che’ utsu bin, chen ba’alu taale’, ma’ak ka’ tu ts’otuba máan iche cheobo’, ma’ tun k’aja’anten ba’ax tu beeta tene’ ka’ tu talin pool le che’obo’, ma’ak letun ti’ kaj p’aten waye’.

—Pos penen ko’oten kabron ¡Tep’!, ¡Tep’!, kaj ja’ats’ tun Juan.

Kaj liik’ tun Juan u chen la’ach ku jo’ole’.

Ko’ox tun, kaj na’ak yóok’u tsíimin u padrino taali, kya’ala’a tie:

—Aijado jach mina’anech t’aanni ts’u jach ti’ibitle ba’ala. Ba’ax kena sen meetten sáansama. Tin p’atkech sáansama, tan kaxtik ba’ala meete.

Je’elo pos yana bin a meete jooyao’.

—Ma’alo.

Sáamale teech kan bin, taaka meyaj, kitun ya’ala’a.

Je’elo kaj sáaschaje’, las onse k’iin ka’aten tu jo’oloje’ kaj a’ala’ab ti’e, pos yana bin tun:

—Ejen.

Le kan bino, sak tsíimin kena bise, le tsíimin kena biso’, ma’ chen máan a pach’kaba yete, cha’u bin kena wu’uy tun bin, bika koolu ni’.

—Ejen. Yooje tu’ux ku bin.

—Ma’alo.

Chen p’el tun las dies tuno’ ka’ tu baj yisintu tsíimine Juano’ ka’ u amonturarte u nat’a tun.

Kaj na’ake ka’ tu yáaya’ache’etu lansadore tsíimno’, jooch’u síit’e tsíimno’. Leti’e tats’ak jool u ch’e’eni tu’ux ku ch’ike ja’o tiij bin yalkab u wa’aka’atubai; leku k’uchu tun te’ tu’ux joole ch’e’eno, le ku jalchaja ka’ap’e aguja. Chen p’elak u bine’e ka’ tu tíitube tsíimin tuno. Ti’ kulaj Juani’i, le ka’ tu tíituba le tsíimno’, leti’ ku tukchaja le santo ja’o.

U joolo’ bey buts’e, yetu yiik’a tun ku bin, ¡Ko’oxon! sutch’intubae tsíimin yilik Juan joole ch’e’eno, ¡Ko’oxon! leti’e yet binak. Yanu tíitkuba kada kilometro, dies leguas binu ruido yáalka’atik. Sáansama beyo’ u bin tíitkubao tun k’áaxle Santo ja’o ka’ateno’. Ku náakle ku ka’ chink’ajlu púuts’e tun ka ch’a’aku jeele’ tun ka’ bin, pero beyu bino’.

Entonces kaj ts’o’ok tune’ kaj ts’o’oku síisluba buka’ tu’ux kun náakle Santo ja’ tun yetele tsíimno’. ka’ tu ka’ sutube tsíimno’, ¡Ko’xon! yo’ yook tu ka’aten, tats’ak tu ka’aten tu naaji.

Dos horas y media binja’an jooya’e ka’ tyalaj lelo’ sáamu jooya’at chen kese jayp’e kilometrose, sáam máanak yo’ tresientos treinta kilometros u jóoya’ate.

Je’elo’ kaj sunaje’, ka’ tya’ala ti’e.

—Je’elo padin sam taaken beorae.

—¿Ta jooya’ata Juan?

—Tin jooya’ata.

—Ma’alo uts beyo.

—Wa ka’ kan a meyajte’, sáansama teech tun kan bin tin lugaro’, tumen tene’ kin je’elin kanante joonajo’, tumen tene’ mix tin ch’akkinba, mix tin meetik mix ba’a k’aas, ma’ in jaanta’a, ma’ tan mix ba’a, teche’ ja’ janta’ale. Ki bin u t’an ti’.

Pos bejla’e aijado ku p’aatlin lugar tech tun, seguirte meyaj kin meetko’.  Ki tun bin ya’ala’a, ka’ tun p’áat Cháaki e aijado, u ijo le máak ku máan ts’onnáalilo’. Ka’ tun p’aat tune ts’o’oko tu beeta túun.

 

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